«Fue el primer oficio artesano que se industrializó; para abaratar costes, los telares artesanos se quedaron en desuso. El oficio no merece quedar en el olvido».

Un cruce vital, tras quince años trabajando en la administración en empresas privadas, llevó a la tejedora Ana Santiago al mundo del oficio artesano y los telares. Realizó un curso básico y, de manera autodidacta, pertrechándose de bibliografía y tesón y con los ecos de las enseñanzas de su madre, «una modesta y perfeccionista costurera de pueblo», desembocó en la recuperación de un oficio milenario con el que quería crear «piezas de calidad para usar a diario».

Apasionada por el diseño textil, el telar y las fibras naturales («el tejido es magia»), creó en 2007 con su pareja la firma Ana y Francis Tejedores Handwoven, reconocida con el Premio Nacional de Artesanía 2020 en la categoría Producto. Inspirados por la naturaleza que les rodea, en Orcera, en pleno parque natural de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas, diseñan y tejen a mano las piezas en telares de madera artesanos, con fibras naturales, ecológicas y/o recicladas. 

«¿Por qué el público no se plantea qué hay detrás de una prenda que viene de muy lejos y cuesta tan pocos euros? ¿Qué significa ese precio de esa prenda frente a otra que está hecha a mano y que vale mucho más? Nuestra artesanía está hecha para esa persona que se pregunta dónde está hecha esa pieza, cómo y por quién».